-Desde 1959,
la Revolución Cubana impulsó varias medidas de
carácter popular algunas de las cuales, como la Ley de Reforma Agraria, afectaron intereses
estadounidenses en la isla. Como respuesta, la administración de Eisenhower
inició una agenda política dirigida a derrocar el régimen popular recién instaurado. Ésta
comprendía el bloqueo económico, propaganda contrarrevolucionaria, fomento y
apoyo de grupos armados dentro de Cuba contrarios a Fidel Castro, sabotajes a
instalaciones económicas y civiles, filtración de espías; ataques piratas,
quemas de campos de caña de azúcar, intentos de asesinato a sus principales
líderes; violaciones del espacio aéreo y naval por aviones y navíos de guerra
estadounidenses. Y, finalmente, poner en marcha un plan para invadir
militarmente a la isla utilizando exiliados cubanos y mercenarios
latinoamericanos. Aunque participarían pilotos de guerra estadounidenses, no
estaba prevista la intervención directa del ejército de Estados Unidos.
La
derrota sufrida por la administración Kennedy
en el intento de invadir Cuba, utilizando un desembarco de
disidentes entrenados por la CIA por Bahía de Cochinos. La respuesta militar
desencadenada por Cuba bajo la dirección de Fidel Castro derrotó la invasión en
menos de 72 horas.
Como
respuesta al fracaso de Bahía de Cochinos, Estados Unidos puso en marcha la Operación Mangosta. Ésta constituía, entre
otras cosas, un plan secreto de invasión militar a Cuba, pero ahora de manera
directa utilizando el ejército estadounidense. Se planeaba iniciar el conflicto
mediante una provocación tipo USS Maine que tuviera lugar en la Base Naval de
Guantánamo o en las aguas jurisdiccionales de Cuba.
Los servicios
de Inteligencia de la Unión Soviética detectan el plan de invasión
militar inminente y notifican a Cuba.
El líder
soviético Nikita Jrushchov aprovechó la coyuntura para
proponer a La Habana
la instalación en Cuba de cohetes de alcance medio como medida disuasiva contra
los planes del gobierno estadounidense. Fidel Castro entra en desacuerdo y le
dice que con ese propósito, es preferible un acuerdo militar entre Cuba y la
URSS. En dicho tratado se establecería que una invasión a Cuba sería
equivalente a un ataque directo a la Unión Soviética, pero Jrushchov no estuvo
de acuerdo e insiste en que la instalación de los misiles no solo serviría para
proteger a Cuba, sino también para aumentar la capacidad defensiva de todo el
bloque socialista. El líder cubano acepta, pero sugiere que el traslado y la
instalación de los cohetes se realicen de forma pública. Sin embargo, los
soviéticos se niegan a hacerlo antes de que los cohetes queden operativos.
Por su
cercanía a Estados Unidos, una base de misiles de este tipo potencialmente
podía vulnerar a aquel país, compensando la escasa provisión soviética de
misiles de alcance intercontinental, igualando así la amenaza que significaba
para el pueblo soviético los misiles estadounidenses emplazados en Turquía,
estado fronterizo con la URSS, y en la República Federal Alemana. Por ello, el
líder soviético Nikita Jrushchov y su gobierno decidieron asegurar la isla con
la instalación de bases de misiles, con capacidad para alcanzar Estados Unidos
y dispuestos para llevar cabezas nucleares. Daban así un paso más en la carrera armamentista que caracterizó el
periodo de la guerra fría entre estas dos potencias.
Los
soviéticos habían subestimado la capacidad de los servicios de Inteligencia de
los Estados Unidos que no tardaron en detectar la presencia de las bases de
misiles mediante violaciones del espacio aéreo cubano con aviones espías U-2.
Estados
Unidos pide cuentas a la URSS, pero esta vez los líderes soviéticos prefieren
probar la táctica del engaño y seguir ocultando la operación.
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